Acerca del cuerpo de Cristo

 Acerca del “cuerpo de Cristo”

 Mucho he escuchado y leído en los últimos días acerca del “cuerpo de Cristo”, en cuanto a su demandado papel acerca de la situación actual que vive el país.

Considero, desde mi punto de vista confesional, que se le está asignando un papel, y demandando una actuación, que está alejada completamente de su misión principal, por lo cual se podría estar cayendo en una herejía, ya que no es esa la correcta interpretación bíblica.

Para traer un poco de luz sobre el asunto he reflexionado sobre este tema y hoy quiero exponer a ustedes esta posición, a fin de que podamos andar correctamente, y no caigamos en una situación que ponga en riesgo nuestra vida espiritual.

1.  El ministerio de Cristo

A qué vino Cristo a esta tierra? Para poder responder a la pregunta de ¿Cuál es el papel del cuerpo de Cristo en la tierra?, preguntémonos primeramente a qué vino Cristo encarnado en la figura de Jesús de Galilea.

Lo primero que todo cristiano debe saber está escrito en Juan 3:16

  “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Acá nos queda claro que Cristo vino al mundo por el amor de Dios, para salvar a los que en Él creyesen, a fin que pudiéramos alcanzar la promesa de vida eterna: Juan 1:12  “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.”, a fin de alcanzar el Reino de los Cielos: Romanos 8:17  “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios, y coherederos con Cristo; si es que padecemos juntamente con Él, para que juntamente con Él seamos también glorificados.

Por tanto, Cristo no vino a establecer un reino o gobierno terrenal, sino a salvar almas, las almas de aquellos que se entregasen a Cristo, y viviesen en la forma en que Él nos ha mandado.

Tan claramente estaba Jesús desempeñando el papel que había asumido por amor a la humanidad, que categóricamente le contestó a Pilatos en Mateo 27:11  “Y Jesús estaba en pie delante del gobernador; y el gobernador le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le dijo: Tú lo dices.” En los versículos 18:36 y 37 del Evangelio de Juan, Jesús le aclaró a Pilato: Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero ahora mi reino no es de aquí. 

  Pilato entonces le dijo: ¿Acaso, eres tú rey? Jesús respondió: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz.”

En ningún momento Jesús abogó por un reino terrenal, por lo cual se puede establecer que si Él no demandó un reino, tampoco demandaría lo mismo de su iglesia. Ahora bien, si Jesús no cargó a su iglesia con un reino terrenal, ¿por qué nosotros queremos hacerlo, desvirtuando las Sagradas Escrituras?

La lucha por la libertad humana, terrenal, es un postulado, un principio, y un derecho, emanado de los Derechos Humanos Universales, es una conquista del hombre en esta tierra, un constructo podría decirse, y como tal está recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París, el 10 de diciembre de 1948 en su (Resolución 217 A (III)), sin embargo, Jesús habló de libertad, pero primero habló de la verdad (ver cita): Juan 8:32  “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”, pero la libertad que nos da la verdad que Jesús predica no es física ni terrenal, se refiere a la libertad de la esclavitud del pecado y de la muerte.

2.  El papel de la Iglesia (el cuerpo de Cristo)

En primer lugar, debemos establecer dónde aparece primeramente la expresión “el cuerpo de Cristo”. El apóstol Pablo nos lo declara así 1Co 12:27  “Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros en particular.” Para una mejor ilustración leer el pasaje I Corintios 12:12-27.

Es decir, el cuerpo de Cristo somos todos los que hemos decidido separarnos del mundo, sus deleites, sus distracciones, sus pecados, a fin de dedicarnos a nuestra edificación como seguidores de Nuestro Señor Jesucristo. Pablo lo define de la siguiente manera: 1Co_1:2  “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, con todos los que en todo lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro.”. Vemos pues que la iglesia (gr. Asamblea) es la reunión de los llamados por Cristo, sus santos, el cuerpo de Cristo.

Por ende, el papel de la Iglesia consiste principalmente en servir a los demás miembros, tal y como Jesús lo hizo, Marco_10:45  “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y dar su vida en rescate por muchos.”. Servir no solamente durante los cultos, o misas, sino también desempeñar diversos ministerios que permitan llevar la luz del evangelio a los que están débiles en el conocimiento de la Palabra de Dios, o mejor aún, a aquellos que nunca han escuchado Su Palabra, y por tanto están en la más absoluta obscuridad espiritual. Un gran servicio se presta cuando llevamos este conocimiento a niños y jóvenes, porque estamos edificando nuevos creyentes.

Royman Barrios, en su publicación “La Importancia de ser parte del cuerpo de Cristo”, https://agapeministerios.com/la-importancia-de-ser-parte-del-cuerpo-de-cristo/, nos da una serie de atributos del creyente, el cristiano renacido, miembro de una iglesia, las que en resumen se sintetizan así:

El miembro es un pescador, el miembro lucha por reproducirse, el miembro se hace (a través del estudio de la Palabra), el miembro procura animar, el miembro es solícito en asumir responsabilidades, el miembro obedece y se niega a sí mismo, el miembro aprovecha las circunstancias para ejercer su fe, el miembro visita. Como vemos, no es una tarea fácil ser un miembro del cuerpo de Cristo, porque si no actuamos en la obra, seremos simplemente visitantes de un templo. Por ningún lado este estudioso involucra a los miembros en la solución de los problemas políticos de una sociedad, para eso están las organizaciones políticas.

Actuar de otra manera es simplemente aprovecharse de una organización que cuenta con más de 2.000 años de antigüedad, (la Iglesia Católica), o al menos unos 600 años (las iglesias evangélicas), para solucionar o luchar contra un problema que aqueja a una sociedad, como clara muestra de impotencia ante la propia situación.

3.  Conclusiones

Conforme a mi posición espiritual, evangélico de las Asambleas de Dios, inmiscuir a la iglesia en la lucha de los problemas políticos, o sociales (injusticias, pobreza, hambre, miserias, discriminaciones) es un error conceptual, porque el cuerpo de Cristo no ha sido constituido por el Espíritu Santo para la solución de estos problemas, sino para su edificación. Para luchar contra todos esos problemas terrenales están las organizaciones políticas y sociales.

Además, tratar de usar el cuerpo de Cristo en la solución de los problemas políticos o sociales violenta los principios, tanto espirituales como humanos, de constitución y funcionamiento de la iglesia, por lo cual se la coloca en una posición de herejía y de ilegalidad, todo lo cual es atentatorio a la misión de la iglesia en esta tierra.

Finalmente, cabe agregar que:

lo que une a los creyentes es la salvación de los pecados y de la muerte, (Efesios 4:15-16), 

el cuerpo de Cristo sigue a su cabeza que es Cristo, (Efesios 1:22-23), 

los miembros del cuerpo de Cristo somos el testimonio vivo de Cristo en este mundo. La iglesia es el organismo por el cual Cristo manifiesta Su vida al mundo de hoy, y 

la justicia de Dios nos ha sido dada a través de Jesucristo Señor Nuestro. Actuar como cristianos fuera de estos principios es rechazar las enseñanzas que Jesús nos legó, y negar su obra redentora. 
13/08/22

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