Años perdidos por muertes causadas por SARC-CO19

 

La epidemia de SARC-CO19, conocida como COVID19 en Nicaragua, ha dejado una pérdida de 88,497.8 años a causa de las muertes provocadas. Esto ha deteriorado el Bono Demográfico que se venía consolidando a partir de los años 2012-2013, lo cual traerá como consecuencia una disminución de la fuerza de trabajo durante los próximos 40 años en promedio, con la consecuente disminución del PIB por causa de un menor aporte laboral. Al igual, el INSS sufrirá una disminución de la recaudación en el modelo distributivo que se ocupa actualmente en Nicaragua. Pero cómo pasó todo esto?

En primer lugar, debemos decir que en Física existe un concepto llamado Energía Potencial, el cual significa, en pocas palabras, la energía que posee un cuerpo en virtud de su posición en el espacio. Así, una cascada que cae desde 15 metros de altura tiene menor energía potencial que una cascada que cae de 40 metros de altura, siendo ésta última más aprovechable para generar energía hidroeléctrica.

Al igual, los seres humanos tenemos una energía potencial que viene dada por la edad aprovechable de trabajo, siendo los recién nacidos los que tienen la mayor energía potencial, o reserva de energía, equivalente nada más y nada menos que a la expectativa de vida al nacer que tenemos los habitantes nicaragüenses. Para este estudio se ha utilizado el estudio NICARAGUA: ESTIMACIONES Y PROYECCIONES DE POBLACIÓN NACIONAL. 1950-2050 (REVISIÓN 2007) del INIDE, el cual estableció que la esperanza de vida del nicaragüense era de 75.3 años (promedio hombres y mujeres). A medida que envejecemos, nuestra energía potencial disminuye, hasta llegar a cero con la muerte.

Para realizar los cálculos tomamos en consideración datos del referido estudio para determinar la distribución de población por rangos quinquenales para el año 2020, y se determinó la EsperanzaVida para cada rango de edad, considerando lo que le queda por vivir en relación con la expectativa de vida al nacer. De los datos que ofrece el Observatorio Ciudadano en cuanto al seguimiento que hace de esta epidemia, extrajimos los correspondientes a las muertes reportadas a ese organismo hasta el 14 de Octubre.  Matemáticamente se calculó lo siguiente: , donde cada i corresponde a un rango quinquenal, conforme la agrupación que hace el INIDE. Así llegamos a los 88,497.8 años perdidos por muertes asociadas al COVID.

Comparando esto con el 2,5 millones de años perdidos en Estados Unidos podemos afirmar que para Nicaragua el impacto no fue tan grande en relación con los otros países.

Pero llama la atención las características que presentan los datos en el caso de Nicaragua. En primer lugar, se observa una distribución de muertes bien definida en tres tercios, el primero hasta los 30 años, el segundo de los 31 a los 60 años, y el tercero para todos los mayores de 60 años. Así, el primer tercio de las muertes acumula el 63% de los años perdidos (¡!), el segundo tercio acumula solamente el 31.6% de los años perdidos, y el último tercio, los mayores de 60 años representan solamente el 5.4% de los años perdidos. Esto contradice completamente los pronósticos que se hacían sobre el COVID inicialmente, que afirmaban que la población más vulnerable era la de los mayores de 60 años.

Este hecho trae varias consecuencias: en primer lugar, se deteriora el Bono Demográfico, es decir, el incremento de la población económicamente activa producto de las tasas de crecimiento poblacional en el país, perdemos fuerza de trabajo productivo y se incrementa la relación de dependencia, o sea la cantidad de personas a sostener económicamente con un salario.

Por otro lado, el Seguro Social pierde un total de 1.825 trabajadores que ya no cotizarán en el modelo distributivo que se utiliza en Nicaragua. Esto va a debilitar las finanzas de la Institución, con la consecuente reforma a los índices que se tiene que proyectar para los próximos años de manera obligada, ya que habrá menos cotizantes para una población de adultos mayores que no se diezmó tanto en proporción.

Otro aspecto es que se perderán en los próximos 30 o 40 años un estimado de hasta 251,5 millones de Córdobas en salarios que no moverán la economía de consumo del país, correspondientes a la población económicamente activa desde los 16 años hasta los 60. Esta estimación puede ser mayor, si ajustamos la serie de datos de salarios y la masa trabajadora por quinquenios de actividad laboral. Esto tendrá su repercusión en la proyección del Producto Interno Bruto de los próximos años, así como en la proyección de la recaudación impuestos de la DGI.

Por tanto, la epidemia de COVID19 afectó en varias dimensiones a las familias nicaragüenses, pero también tendrá su impacto en los indicadores económicos del país. Lo que verdaderamente sigue llamando la atención es cómo logró Nicaragua evitar que murieran los adultos mayores. Muy seguramente, el pueblo nicaragüense ha dado una lección de humanidad al mundo entero, al mostrar de qué manera se protege la vida de nuestros mayores. No podemos afirmar ni negar nada respecto al tema de las muertes de los menores de 30 años, lo cual no deja de sorprender, reafirmamos, pero debemos coincidir que harán mucha falta en los años por venir.

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